La virtud quiere fe, entusiasmo, pasión, arrojo; de ellos vive. Los quiere en la intención y en las obras. No la hay cuando los actos desmienten las palabras, ni cabe nobleza donde la intención se arrastra.
José Ingenieros. El Hombre Mediocre.
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En el último número –aparecido la semana pasada- de la impecable revista RANDOM, que se publica en
A la pregunta sobre si alguna vez se metió en política, contó el destacado escritor, su experiencia: “… nos metimos en un barrio con un ómnibus que nos habían prestado para hacer proselitismo y la gente corría detrás del ómnibus casi con desesperación; yo abría los ojos y les decía a los que venían conmigo: ¡mirá que grande, como nos quiere la gente! Cuando paramos, lo que realmente ocurría era que el ómnibus, en su andar, ¡había ido arrancando todos los cables de la luz!. Cuando nos bajamos y comenzamos a hablar, una sarta de viejas, primas hermanas de Patoruzú, iguales que Patora, me increparon preguntándome que llevaba para darles, a lo que contesté que no teníamos nada. Con una sonrisa de oreja a oreja la vieja me dijo ¡entonces no va a ganar!...”.
A don Bravo Tedin se le puede reconocer su obra literaria, su claridad como historiador, su lucha por reivindicar a nuestros caudillos –vilmente vapuleados por la historia oficial-, por sus acciones en pro de la cultura desde su puesto de lucha, y también sus setenta años, pero esto…
Si esta referencia poco feliz sobre su primer y único paso por la política lo hizo en tono jocoso, eligió el peor recurso literario para contar su experiencia. Se equivocó. Si es así, don Miguel Bravo Tedín, pida perdón por la ofensa ocasionada y acá terminan estas reflexiones.
Pero si el historiador-escritor no lo hizo en tono de broma, se entiende dijo lo que pensaba de estas señoras –seguramente de un barrio marginal de la ciudad o del interior de
Entonces hay que pensar que tiene un trato discriminatorio hacia la gente del interior y hacia las mujeres de los pueblos en particular, situación que anima a pensar que su afincamiento en una provincia andina –opuesta sensiblemente a sus anteriores lugares de residencia en este país y en el extranjero- no es solo producto de un convencimiento genuino sobre las bondades de estas tierras, de profundas raíces indígenas.
Yo como hombre NYC (nacido y criado) en el Noroeste Argentino, me considero como ellas, negrito y con pinta de indio, y me siento ofendido por este hombre de la cultura de piel rosada y larga cabellera rubia; y no por ser negro y con pinta de indio, cuestiones que ostento con orgullo, sino por lo falsa de esta apreciación cuasi rastrera, la forma y la intencionalidad de las palabras de don Miguel.
Debe saber don Bravo Tedín, que estas tierras que le abrieron los brazos y el corazón para que se sintiera cómodo, fueron las puertas para que prosiguiera con sus desarrollos intelectuales y culturales, como si estuviera en cualquiera de los centros culturales que visitó, son la proyección en tiempo y en los afectos, de todos los pueblos originarios que, dueños de la tierra, lucharon a destajo contra quienes buscaban usurpar no solo lo material sino aquello que él tanto pregona… la cultura.
Si el sitio oficial del gobierno de
Sería interesante saber si de su bolsillo o de la agrupación política que representaba salieron los fondos para reparar la red eléctrica dañada en el barrio.
Lo que seguramente no podrá reparar nunca es la ofensa, la burla y la subestimación hacia el pueblo riojano, que no lo merece, y en gran medida esa “sarta de viejas…” seguramente con muchas necesidades insatisfechas, son producto de la clase dirigente que tuvimos y tenemos en el noroeste argentino.
No es burlándose como se hace política, ni estas actitudes se compadecen con el nivel intelectual de don Bravo Tedin.
A pesar de todo esto, en nombre de ellas, tenga ud. un feliz cumpleaños y seguirá siendo bienvenido a la tierra que pertenece a los pueblos originarios.
JOSÉ EDUARDO AROCA
D.N.I. 10.560.478